Enseñar programación desde temprana edad es importante ya que en un futuro no muy lejano la mayoría de los trabajos se realizarán de forma digital o a través de una computadora, pero más allá de aspectos prácticos, la enseñanza de esta disciplina desarrolla habilidades que representan una ventaja en todos los aspectos de la vida.
Cuando se piensa en enseñar programación en las escuelas se tiende a pensar en la formación de desarrolladores que trabajarán en empresas como Google o Facebook, y aunque la mayor demanda laboral será en el campo de la programación –un factor importante a tener en cuenta dentro de las estrategias educativas– la enseñanza de programación tiene otras ventajas para el desarrollo de los alumnos.
Ventajas de enseñar programación
La organización Mobile World Capital Barcelona y a la asociación internacional de operadores móviles GSMA, han señalado que los principios de la programación pueden ser utilizados para solucionar problemas de la vida real.
La metodología de esta disciplina es de prueba y error y se basa en la idea de aprender haciendo. Los alumnos emprenden proyectos concretos, trabajan de forma colaborativa y los exponen una vez terminados. El profesor les guía en lugar de decirles qué hacer, es decir, la iniciativa la tienen ellos.
Este proceso permite a los alumnos encarar los errores desde un punto de vista positivo, de autocorrección y búsqueda de errores (depurar un programa que no funciona adecuadamente); los enfrenta a retos de resolución de problemas complejos (introduciendo al alumno en la algoritmia), y a encontrar más de una solución empleando la creatividad.
Al desarrollar el pensamiento computacional se fomenta la creatividad, el emprendimiento y independencia de pensamiento; aumenta la motivación, mejora la autonomía, se trabajan estrategias de resolución de problemas y se conocen diferentes formas de comunicación de ideas, ya que los niños que trabajan con computadoras buscan la asistencia y consejos de otros compañeros, por tanto, socializan más entre ellos y trabajan de forma colaborativa, aunque cada alumno disponga de su propio equipo.
Estas destrezas forman parte de las llamadas habilidades del siglo XXI, necesarias para cualquier estudiante sin importar la disciplina de su futura actividad profesional.